miércoles, 20 de agosto de 2008

TEXTOS DE MAURICIO KARTUN Y LUIS F. VELÁZQUEZ ACERCA DE DRAMATURGIA TITIRITERA

Entrevista a Mauricio Kartun
01/11/2000 -por: Pablo Saez
[Argentina]
Por cortesía de la publicación El Fardón - Buenos Aires


El Fardón [Buenos Aires] Mauricio Kartun responde a un par de preguntas en el Fanzine bonarense El Fardón.


Maestro de Dramaturgia de la Escuela Taller de Titiriteros del Teatro San Martín Dramaturgista de Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín Titular de la Cátedra de Dramaturgia de la Carrera de Dramaturgia de la EAD, Escuela de Arte Dramático de la Ciudad de Buenos Aires Titular de las Cátedras de Creación Colectiva, y de Dramaturgia de la Escuela Superior de Teatro de la Universidad del Centro.

¿Por que es tan limitado el repertorio de obras para títeres?

El titiritero ha estado habitualmente atado a esa tradición de repetir un limitadísimo puñado de piezas, y si es verdad que un buen manipulador es capaz de reavivarlas cada vez -de convertir la brasa en fogata- no es menos cierto que en el fondo es una propuesta que alienta ciertas formas conservadoras que monopolizan los autores que tuvieron el privilegio de publicar. Una modalidad que le quita voz -y por lo tanto derecho expresivo- al tipo que quiere generar su propia dramaturgia, su propio discurso, y que quizá lo que no tiene es el herramental imprescindible para poder hacerlo. Paradójicamente, al remontar textos de otros titiriteros se soslaya de manera imperdonable un fenómeno básico del laburo original, y es que aquellos titiriteros dramaturgos -el maestro Villafañe sin ir más lejos- no fueron tipos que se sentaban al escritorio a escribir piezas para otras puestas hipotéticas, sino que laburaban generando palabra y acción para sus propios títeres, para su propio espacio de representación, y hasta para su propio público.

Hoy seguimos necesitando de esos titiriteros audaces que se sientan, que se descubran, poetas; maestros que escriban para su propio carromato. Poetas de la materia.

¿Cómo se arma una historia partiendo de la materia?

Yo he tratado de desarrollar como maestro dramaturgo algunas propuestas con las que indagar la materia -el objeto, el material, la cosa- en busca de expresión, de historias. Desconfío de esa modalidad que parte de una idea del autor e intenta luego dominar a la materia para que se ponga al servicio de esa idea, para que la "diga". Creo en un lugar mucho más humilde: el de aceptar que la materia tiene cosas que decir, que tiene su "gestus", y que el trabajo del dramaturgo titiritero es el de indagar en ese "gestus", constituirlo en signos, y unirlos en un significado que no es otra cosa que la obra.. La materia -el títere en este caso- tiene una expresividad propia e intransferible que pide ciertas formas de acción y no otras, que exige sus propias palabras. Cada títere tiene su propia poética. Yo creo más en el trabajo de ponerle palabras a esa poética del títere, que la de ponerle títeres a la poética de la palabra.

Como decía antes: creo en el titiritero como poeta de la materia, como alguien que ha comprendido que en el retablo la palabra es -nada más y nada menos- el bellísimo complemento de otro discurso ya de por sí elocuente: el de la materia.






Lo supuesto y lo real en el títere
[Opinión]
10/12/2000 - Luis Fernando Velásquez
[Colombia]
por cortesía de la revista Títeres revistatiteres@starmedia.com - fervel@col3.telecom.com.co Medellín
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Colectivo El Tlakuache [México]
"El títere es lo que es y algo más: un objeto reconocible y transfigurado al mismo tiempo."

El títere es una metáfora dispuesta a lecturas diversas. El objeto animado adquiere magnitudes insospechadas al permitir que el imaginario de cada espectador construya personajes y en algunos casos la historia misma.

El títere es una entidad que otorga valores lindares a la fantasía y a la realidad confiriendo en esto la posibilidad de que ocurra lo posible y lo imposible; quizás en ello radique su valoración mítica y la capacidad expresiva que tanto le otorgamos. El títere intrínsecamente es poseedor de lo real y lo supuesto, es una suma compleja de "verdades y mentiras", en totalidad un arte fantástico.

Los títeres "llaman los espíritus" tocan al interior y se exigen evocar mundos, que en el peor de los casos, creíamos olvidados. Los títeres tienen un mundo propio el cuál, todos sin excepción, comenzarnos habitar cada vez que nos permitimos la aventura de participar.

Los diferentes niveles de participación que explora el espectáculo titiritero aluden en gran medida al juego, entendiendo éste como el espacio donde se fijan reglas pero no se conocen resultados; uno podría suponer que dicho resultado esta implícito en la puesta en escena o desde la dramaturgia misma, pero lo que hacemos es evidenciar alternativas desde la óptica cultural que nos reviste; el ejercicio no termina hasta no ser re-creado por el imaginario de nuestro receptor y allí, precisamente, es donde no conocemos el resultado.
Quizás, esta sea una de las razones por las cuales se nos hace tan maravillosa la profesión. Jugar es una de las cosas más serias que existe.

Los títeres viven sólo en función del espectador y dependen, en la mayoría de los casos, de esa asombrosa capacidad para dotar de significado lo real y convertirlo en maravilloso: LA IMAGINACIÓN.

La esencia es olvidar la realidad para construir, desde el imaginario, lo verdaderamente real. En la representación, el niño encuentra un espacio singular, único, al que le adjudica una verosimilitud que, aunque transitoria, logra transformarle, el niño se compromete.

De igual manera, en el maravilloso universo mítico de nuestros ancestros se estableció una relación ritual con sus dioses, en gran parte, a través de objetos animado que al momento de cobrar ánima, "vida", posibilitaron la mediación entre lo humano y lo divino.

SEGUNDA PARTE:
Los milenarios ritos animistas fundamentalmente exponen la inmensa capacidad que poseemos los seres humanos de transfigurar la materia inerte, otorgando una muy amplia gama de significación, como en este caso el de deidad.

Estos objetos animados que cobran vida ya no como símbolos de Dios sino de nosotros mismos, estos títeres tienen un gran poder de sugerencia, son un detonador de sensaciones que invita a la participación, podría decirse que esta magia sólo existe durante la exposición del evento ante el espectador, pero no es así; los títeres tienen la hermosa virtud de permanecer, es una fuente inagotable desde donde se transciende lo sencillamente banal hasta el hechizante sentir de lo sagrado

La inherente relación que mantiene este oficio con el juego propicia en forma agradable, creativa y formativa una vía directa con la educación, convirtiéndose en uno de los medios más propicios para redescubrir el placer del contacto con el conocimiento, el goce de aprender jugando, con los títeres se pueden lograr dichos fines, sólo que no podemos hacer de los títeres un mero conducto, "Los títeres no son en ningún caso ilustración en movimiento ni una grotesca caricatura humanoide, son el ejemplo inequívoco de la exquisitez humana"

Allí está la posibilidad y la responsabilidad. Lo verdaderamente preocupante es que en los últimos tiempos la educación formal en su triste proceso de restricciones y empobrecimiento, quiere convertir a los títeres en traductores de metodologías caducas, olvidando que el arte es una revelación y no un mecanismo repetitivo. Hay que tomar en consideración la dimensión que el trabajo artístico dirigido a los mitos encarna desde el punto de vista ético y dialéctico, ello nos obliga a prepararnos para reelaborar o afanar los enfoques de nuestra visión pedagógica, estética y desde allí poder orientar de la mejor forma los procesos escolares.

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